Estrés y cáncer
El diagnóstico de cáncer supone para la persona una situación de amenaza vital y por lo tanto de estrés.
A lo largo del proceso de la enfermedad van sucediendo una serie de acontecimientos relacionados con los diferentes tipos de tratamiento que puede recibir la persona. Del mismo modo, si tienes que someterte a una cirugía o estás a la espera de entrar en un ensayo clínico, todo ello son factores que pueden activar el estado de estrés ante la situación de incerteza.
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¿Por qué me siento estresado?
Habitualmente, cuando las personas hablamos de estrés, pensamos en aspectos de nuestra vida relacionados con el trabajo, la rutina, las responsabilidades de la vida familiar y en general, todo aquello relacionado con la vida cotidiana. Sin embargo, nos podemos sentir estresados por un sin fin de factores, en especial cuando la situación en la que nos encontramos implica una amenaza vital para nuestra salud como es una enfermedad.
Debemos tener en cuenta que el estrés en sí mismo no es ni bueno ni malo, ya que situaciones puntuales de nuestra vida como la preparación de unas vacaciones o una fiesta (acontecimientos agradables) pueden suponer un determinado nivel de estrés, sin embargo es gracias a la respuesta de nuestro organismo que resolvemos de manera más efectiva la acción requerida.
Cuando nos referimos al estrés relacionado con el cáncer, estamos hablando de la percepción subjetiva ante una situación que la persona identifica como una amenaza o peligro para la vida. La respuesta que activamos ante dicha amenaza sucede a nivel neurobiológico, ya que es desde nuestro cerebro que regulamos la reacción ante el estrés. La detección de una posible amenaza genera que nuestros músculos se tensen, las pupilas se dilaten, el corazón se acelere y nuestros sentidos estén en alerta para captar cualquier información relevante. Sin embargo, nuestro organismo no puede vivir constantemente en alerta, ya que puede acabar generando un desgaste que quebrante nuestro sistema biológico.
¿Qué me provoca el estrés?
Es por ello que cuando hablamos de estrés y cáncer es importante identificar cuáles son aquellas situaciones concretas que activan la percepción de amenaza ante las circunstancias. El momento del diagnóstico, la espera de resultados de pruebas, el preoperatorio de una cirugía o el inicio de los tratamientos son situaciones que habitualmente se identifican como estresantes, ya que la incerteza que implican estos momentos se traduce en una amenaza para nuestro cerebro.
Es importante saber identificar dichas situaciones y de qué manera las afrontamos, para valorar si hay una activación del nivel de estrés continua y ante la cual es recomendable utilizar estrategias que ayuden a adaptarse a la situación.
¿Cómo combatir el estrés?
Se ha demostrado que el entrenamiento en relajación o la meditación contribuyen positivamente a una mejor adaptación al cáncer reduciendo el nivel de estrés. Del mismo modo, la realización de actividad física, adaptada al contexto oncológico, beneficia no solo a nivel físico sino también a nivel mental.
Además, si sentimos que no sabemos cómo manejar nuestras emociones o nos percibimos abrumados ante los acontecimientos, realizar terapia psicooncológica o acudir a grupos de soporte grupal son altamente eficaces y beneficiosos para mejorar nuestras estrategias ante las situaciones de estrés que conlleva el proceso oncológico.
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Sara García Serrano. Psicooncóloga y Coordinadora del centro Kálida Sant Pau.
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