Cuando una persona es diagnosticada de cáncer, sin duda, la nueva situación comporta un cambio importante en su estilo de vida. Sin embargo, el cáncer no sólo tiene repercusiones en la persona enferma, también en su entorno, principalmente en la persona que asume el cargo de cuidador principal.

Sin duda alguna, el cuidador puede llegar a sufrir una serie de alteraciones a nivel emocional, cognitivo e incluso físico que, habitualmente, quedan relegadas a un segundo plano por dar prioridad a las necesidades del enfermo oncológico. Sin embargo, es importante poner atención en las necesidades propias para reducir las posibles repercusiones negativas en la salud del cuidador.

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¿Qué hacer para cuidarme siendo cuidador de alguien con cáncer?

El cáncer es una enfermedad que provoca alteraciones en diferentes esferas de la persona diagnosticada, ya que no sólo tiene connotaciones a nivel de salud física, sino también emocional, social e incluso espiritual. Del mismo modo, cuando el entorno familiar recibe la noticia del diagnóstico sufre un impacto psicoemocional que puede llegar a generar un posible estado de estrés en algunos miembros de la familia. Esta nueva situación conlleva una serie de cambios en la dinámica familiar alterando en muchas ocasiones el sistema y funcionamiento en las vidas de los miembros de la familia.

Habitualmente es el cuidador principal quien sufre los cambios más significativos en su estilo de vida debido a que debe asumir una serie de responsabilidades y actividades para cuidar del enfermo.

¿Qué hace el cuidador?

Cuando hablamos de cuidador principal nos referimos a la persona que en primera instancia contribuirá a cubrir las necesidades tanto físicas como emocionales del enfermo. Además, suele ocuparse de la reorganización familiar, preservar una cierta normalidad en el núcleo familiar y asume la responsabilidad de realizar todas las actividades que el enfermo no puede hacer por sí mismo.

El hecho de tener que dedicar diariamente una parte del tiempo a dar respuesta a las necesidades de la persona enferma en la mayoría de ocasiones conlleva a que el cuidador vea reducido parte de su tiempo libre, relegando a un segundo plano su propio cuidado personal, sus aficiones, su vida social incluso en ocasiones su propia salud. Esta serie de cambios puede llegar a comportar lo que se ha identificado como “el síndrome de fatiga crónica” y que se define como una respuesta desadaptativa ante una situación de estrés y cuyos rasgos principales son el agotamiento físico, psicológico y/o emocional.

El autocuidado del cuidador

Es por ello que es de vital importancia que la persona cuidadora ponga atención en su propio estado general, en cómo se siente y en las necesidades que tiene y que no está atendiendo para prevenir así el riesgo de agotamiento por sobrecarga.

Sin duda, poder cuidar y ocuparse de un ser querido que se encuentra enfermo genera satisfacción y contribuye en nuestro bienestar emocional. Sin embargo, a lo largo del proceso puede suceder que en ocasiones la persona cuidadora sienta miedo ante la incerteza del futuro, enfado por no tener tiempo para uno mismo o siente que la persona enferma no aprecia sus esfuerzos, culpable por desear en ocasiones hacer algo para su bienestar en lugar del enfermo o soledad por percibir que no tiene suficiente apoyo y ayuda del entorno familiar y social.

Así pues, teniendo en cuenta todas las dificultades y cambios significativos que implica para el cuidador su rol, es importante poner en marcha una serie de acciones dirigidas al autocuidado; como pedir y aceptar ayuda de otras personas, buscar espacios de descanso físico y mental, cuidar la alimentación, realizar actividad física con frecuencia regular, promover un buen descanso nocturno y compartir con personas de confianza las inquietudes y preocupaciones. Además, existen grupos de soporte para cuidadores que pueden ser de gran ayuda o recibir atención psicooncológica a nivel individual.

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Sara García Serrano. Psicooncóloga y Coordinadora del centro Kálida Sant Pau.