Las personas con sobrepeso u obesidad tienen un mayor riesgo de padecer diferentes tipos de cáncer, que aquellas que no lo presentan. Hoy en día, se acepta que la obesidad tenga un origen multifactorial, donde aspectos como el exceso de peso temprano en ambos sexos (entre los hombres especialmente) y el exceso de peso en la edad adulta, pueden ser asociados con una mayor incidencia de diferentes problemas de salud, entre los que se incluyen algunos tipos de cáncer.

Por lo tanto, es fundamental mantener un peso normal y saludable y esto se consigue con una adecuada combinación de alimentación, descanso y la práctica de ejercicio físico. Esto último, siempre que sea posible, supervisado por un educador físico deportivo. 

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Alteraciones en la composición corporal  

Lo cierto es que, el diagnóstico de un cáncer, puede venir acompañado de diferentes alteraciones de la composición corporal como las que se describen a continuación: 

1. Pérdida de peso. Este es, con frecuencia, el primer síntoma que se presenta en pacientes con cáncer, especialmente en adultos mayores.  Se considera que una pérdida de peso superior al 5% en los 6 meses que preceden al tratamiento, podría ser un peor factor pronóstico en estos pacientes, tanto en estadios avanzados, como en los menos avanzados de la enfermedad.  

Ésto puede verse agravado ya que esta situación tal vez genere miedo al paciente, ansiedad o depresión, así como diferentes alteraciones del manejo del estrés, pudiendo agravar la alteración en la ingesta de alimentos y ocasionando un deterioro progresivo del estado nutricional y de su calidad de vida.

En comparación con quienes mantienen su peso corporal, en los pacientes con desnutrición y caquexia asociados al cáncer (pérdida de grasa y músculo debido a la enfermedad), aumenta considerablemente la morbimortalidad (mortalidad causada por la enfermedad), disminuye la calidad de vida de los mismos y empeora la respuesta a los tratamientos. Además, se deteriora la función muscular y aumenta el número de complicaciones postoperatorias. 

2. Sarcopenia. Se trata de una enfermedad progresiva y generalizada del músculo esquelético, que se caracteriza por una disminución de la masa muscular, lo que conlleva una disminución de la fuerza muscular, del peso del paciente  y su rendimiento físico.

Tiene un origen complejo que se asocia principalmente al envejecimiento, pero puede deberse también a otros factores, como un estilo de vida sedentario, la inactividad física o la existencia de otras patologías, como el cáncer, que contribuyen a acentuar el desarrollo de la misma. Los pacientes con cáncer presentan sarcopenia, siendo este rango tan variable debido a factores como la edad de los pacientes, los hábitos nutricionales, el estadio de la enfermedad o las patologías secundarias además de la oncológica.

Se trata, igualmente, de un factor pronóstico adverso en muchos tipos de cáncer, que está presente o puede desarrollarse a medida que avanza la enfermedad, debido a la fatiga y la baja actividad física. 

En definitiva, la afectación de la composición corporal en personas que padecen cáncer, se considera un efecto secundario grave de la enfermedad. Estas alteraciones de peso, unidas a otros factores como puede ser la fatiga que experimentan los pacientes, generan necesarias reducciones e interrupciones en las dosis de los tratamientos aplicados, lo que implica un impacto negativo en la eficacia que los pacientes reciben de los mismos.   

Se considera fundamental no caer en niveles de sarcopenia (masa muscular por debajo de lo saludable), y menos aún de caquexia (pérdida de grasa y músculo), como caso extremo de pérdida de masa muscular y delgadez.

Ejercicio físico como solución

Para ello, como complemento al tratamiento oncológico, el ejercicio físico será fundamental, al poseer múltiples beneficios asociados a la patología. La inclusión de un programa de ejercicio físico personalizado y supervisado es fundamental para aquellas personas que se encuentran en alguna fase del proceso oncológico.  

En conclusión, los programas de ejercicio físico que se realicen, deberán centrarse, por lo menos inicialmente, en trabajos de fuerza, que es el ejercicio que produce los mayores aumentos en la masa muscular, indispensable para combatir la sarcopenia. La vuelta a la práctica de un ejercicio con elevado gasto calórico se retrasará en función de las particularidades de cada paciente (con necesidad de autorización médica en algunos casos). Además de ello, la prescripción de ejercicio deberá ir asociada a una correcta ingesta de calorías y nutrientes. 

Estas recomendaciones también incluyen las relativas a efectos secundarios que experimentan las personas con cáncer, como puede ser la osteoporosis (pérdida de densidad mineral ósea). En este sentido, el ejercicio físico, y en concreto el entrenamiento de fuerza, se ha demostrado seguro y eficaz para mantener la densidad mineral ósea en esta población. 

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Grupo VEnCE (Vive, Entrena, Cáncer Enfrenta), perteneciente a la Fundación UE (Universidad Europea).